El pensamiento inventa al pensador, es su principal ilusión o fragmento. El “Yo” que se ubica en el centro de escena y es el observador, el gran censor de todos nuestros pensamientos y acciones.
El “Yo” es la idea, el
recuerdo, la conclusión, la experiencia,
el constante empeño por ser o no
ser. La idea de grupo, lo individual, el esforzarse.
El “Yo” es la causa de la
división, nos encierra en nosotros mismos.
Es el proceso de registrar o nombrar cualquier experiencia.
El Interés propio es la búsqueda
de seguridad del “Yo”. Así genera una valla de autoprotección, que nos aísla de
los demás con el objeto de no recibir
heridas.
El “Yo”, como todo producto del
pensamiento, es pasado.
La estructura del YO solo existe
cuando se registra lo que no es
necesario.
El “Yo” también implica el tiempo psicológico de “llegar a ser algo…”.
La violencia física y psicológica
es la afirmación del “Yo”. También lo son la dominación y la sumisión.
El “Yo, que es una ilusión,
crea la separación entre él que es el observador y lo que observa. Hay un
experimentador, separado de la experiencia. Cuando no está el “Yo”, solo hay
observación o experiencia.
A todos nos asusta no ser
nada, disolver el “Yo”.
“Yo”: proceso de acumular y
reconocer como un centro.
Si no hay un devenir (búsqueda
de un resultado) no hay actor, entonces solo queda la acción (sin lucha y sin
el “experimentador” o el “Yo”).
El “Yo” es un fragmento, con el
que no se puede ver de un modo total, sino siempre limitado y condicionado.
El “Yo” se construye y
fortalece mediante todo deseo de grandeza, de verdad o virtud. Y mientras
exista ese “Yo” que busque convertirse en algo, toda acción será conflictiva
(dual).
El “Yo” busca separarse
del pensamiento (asume el papel de
pensador) para poder justificar todo. Esa justificación, es una separación o
evasión de “lo que es”.
El “Yo” es un instrumento
ilusorio con el que vemos la realidad. Es evidente que no sirva para poder
seguir la verdad.
El “Yo” es un problema que el
pensamiento no puede resolver (es el que lo originó). Solo queda darse cuenta,
sin buscar ninguna solución.
Estamos educados para potencias
esa imagen del “Yo”, de que somos individuos o almas separadas
“YO” soy responsable de todo el
caos presente. “YO” repetido en millones y millones de partículas con la
ilusión de ser separadas, distintas, únicas. El “Yo” es un movimiento ciego,
sin inteligencia, de supervivencia y perdurabilidad en el tiempo psicológico:
teoriza, fabrica ideales prospectivos como “la esperanza de un futuro mejor”.
Es imposible que el pensamiento
psicológico sea impersonal. Puesto que su propia naturaleza es personal. Pero
la piedad, la compasión o el amor, son impersonales. Son expresiones de la vida
del ser humano (no del hombre), expresiones de la inteligencia, no
del “YO”.
¿Cómo puedo “YO” pasar la
barrera psicológica si “YO” mismo soy la barrera?
Donde hay “YO” hay conflicto.
EL “yo” es conflicto. Y no ver eso, con absoluta claridad, es la fuente mayo de
todos lo conflictos.
YO soy contradicción, la
negación del ser humano total e integro.
El YO incluye lo animal
heredado y lo social adquirido. Es el centro desde donde surge la raíz del
conflicto: tiempo y pensamiento. Ese centro es el que debe comprenderse con
total lucidez, pero eso solo es posible en la ausencia del YO. Esto es cuando
cesa el pensamiento, en el ahora sin tiempo, en el contacto directo con lo que
pasa.
Un individuo es una entidad
integra e indivisible. Pero la mayoría no somos individuos, estamos
fragmentados interna y externamente, somos meras piezas de un sistema. Un
fragmento nuestro asume la autoridad sobre todo los demás, como analizador y a
eso lo llamamos YO. Esto genera contradicción, viendo a través de fragmentos,
sin poder observar la totalidad.
El YO es un cúmulo de mitos
(dinero, posición, ideas, creencias) y si nos damos cuenta de esos mitos, el YO
se hace trizas.
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